El procedimiento consiste en la extracción de sangre desde el paciente seguido de una centrifugación diferencial en donde los distintos componentes sanguíneos son separados en 3 fases. Las plaquetas y componentes leucocitarios quedan en la capa del medio o buffy coat. Esta se extrae para luego ser reinyectada en las zonas a tratar: Rostro, cuello, escote, manos o cuero cabelludo. Los resultados son apreciables a partir de los primeros días desde su realización, con una duración aproximadamente de un año.
Es un tratamiento mínimamente invasivo, ambulatorio y con la ventaja de no generar reacciones alérgicas a la piel ya que el material inyectado proviene del mismo paciente (tratamiento autólogo).
El PRP tiene varios beneficios sobre la piel dañada: Restaura la vitalidad cutánea, aumenta su grosor, recupera la consistencia elástica, mejora la afluencia vascular, estimulando las secreciones e incrementando la tersura y apariencia de la piel.